Vientos del ochenta
tiempo de no hacer la cuenta
para no llorar.
Ya no quedaba en la ilusión
ni el mínimo rincón
para un fracaso más.
Ansias de encontrar
el modo de salir del lodo
y empezar a andar.
Poder cortarle la raíz
a este presente gris,
país, país.
Aquí, el último rincón del Sur.
Viejo granero de la paz y del trabajo.
¿Qué pasó con la sonrisa de esta tierra?
¿Cómo hicimos para hundirnos tan abajo?
Aquí, aquel lugar feliz
que Dios me regaló la suerte de vivir.
Ya en el último parcial
parece que soñaran con poder partir.
Pero toda historia tiene
muchas hojas nuevas para comenzar.
Todo ese tiempo de aquí en más;
y a quién le va a importar
que entonces yo esté viejo.
¿Cuánta culpa pagará la juventud?
¡Qué tristeza hay en el rostro de Jesús!
¿Qué le espera en la quimera de crecer
al que antes de nacer lo cargan con la cruz?
¡Cómo duele la pregunta más tenaz,
cuando un hombre no la puede contestar!
¿Que hago con mis sueños,
mi derecho de vivir
y estas ganas de quedarme aquí?
¡Vamos, siempre hay un mañana
con una ventana
para ver el sol!
Quiero un país para soñar
con el milagro elemental
de una esperanza cada día.
Y habrá otro vino y otro pan
con otra historia que contar
para volver a comenzar.