Los oigo en los caminos y sueño en el verano
de un pueblo que blanqueaba del sol al resplandor,
en la canción errante de aquel violín gitano
que pasó por la aldea de mi primer amor.
Venían de muy lejos y allá en el firmamento,
el sol que se moría doraba su cantar,
un cantar más antiguo que el camino y el viento
perdidos en los trigos maduros al pasar.
El cielo estaba rojo, dormíase la aldea,
los pájaros del campo ya no cantaban más.
Y yo me preguntaba, solo en mi eterna idea,
la seguiré esperando o no vendrá jamás.
El zíngaro bajaba de la vieja carreta,
el alma de los campos lloraba en su violín,
la zíngara miraba mis manos de poeta,
leía mi esperanza romántica y sin fin.
Llevábase el Pampero los cánticos de Hungría
y el sol en el camino rimaba otra canción,
la zíngara andrajosa mirando me decía:
"Vendrá la que tu esperas, vendrá tu corazón.
Espérala que un día vendrán sus labios rojos,
para llenar de llanto tu ardiente soledad,
vendrá desde otras tierras y en sus azules ojos
florecerá la estrella de tu felicidad."
Mis ultimas monedas caían en su mano,
partía la carreta con aspero rumor.
Allá lejos, muy lejos, en el violín gitano
otra voz me decía, tu morirás de amor.
Después en los caminos, los campos, las ciudades,
escucho los violines gitanos y al rumor,
me digo a mis ardientes y oscuras soledades,
que nunca vino ella, ni yo morí de amor.