Era una mina mistonga
retrechera y de gran brillo,
nacida en el conventillo
del tano “Don Giacumín”.
Metida estaba la paica
con un taita de yuguillo,
“gran bacán” del conventillo,
cuentero de profesión.
En la cortada del bajo
la mina se había engrupido
con su garabo querido
batiéndole el metejón,
y una noche silenciosa
se piantó muy apurada,
rajando media abombada
de aquel convoy del pavón.
Y la engrupió bien debute
de instalarle apartamento,
que fuera cerca del centro
que era toda su ilusión.
Y se la trajo al asfalto
en una pieza mistonga,
cerquita de una milonga,
en un bulín de pensión.
En esa noches de invierno
la pobre va por Corrientes,
envidiando a tanta gente
que tiene para el buyón.
Pero la pobre cansada
reflexiona de repente
y regresa tristemente
de nuevo pa’ la pensión.
El “taita” tira la piedra
al ver el mueble que liga,
porque se pasa la vida
meta y ponga cimarrón.
Hasta que un día cansada
de tanta vida mistonga,
abandona la milonga
que se encurda de alegrón.
Y recordando el convento
y su vida ya cansada
con una triste mirada
la milonga se alejó.
Y así la pobre percanta
que se engrupió bien debute,
le dijo al bulín: ¡Salute!...
y taconeando salió.