Fue una esquina mimada,
paredón sin ochava
recalada de amigos,
de bohemios y tours.
Con la magia encendida
de su fe trasnochada
alumbrada de tangos
a la vera del sur.
Se marchó la piqueta,
no entendió su presencia,
no perdona el progreso
con su espada de luz.
Pero donde a Balcarce
la cruza Independencia
brotan duendes de tangos
con los brazos en cruz.
Y aún estás aquí
peleando por vivir.
Que empiece la función,
y el piano y el violín,
que siempre estás de pie
donde hay un corazón
con alma de farol,
Viejo Almacén.
Y allí están con las alas
lastimadas de tiempo,
tu destino de tangos,
tu final de gorrión,
soportando la dura
realidad del cemento
que no llora, no ríe,
que no pide perdón.
Vámonos de este tiempo,
que llegó la gran vía
con su traje de día
y su apuro en la piel.
Vámonos al recuerdo
que viven todavía,
el calor, la poesia,
de aquel Viejo Almacén.