Dejaste esta tierra
de preciosas campiñas
los dorados trigales
que brillan bajo el sol.
El pingo y la guitarra
que vos tanto querías
parece que dirían:
qué ingrato corazón.
No te acuerdas, china, de tu rancho
tu madrecita que allí vivía;
te pasaste muchos días
juntito a ella y con amor; luego después
te marchaste sin decir nada,
ella de tristezas está
consumiéndose de a poco; y tal vez se enfermará.
Te fuiste de aquí
y con dolor has de llorar, mujer,
ingrato París
has robado a mi querer
tus luces serán
su perdición; y en el bullicio del champán
la ingrata olvidará
que aquí con gran dolor, lloramos por su mal.
En mi pecho dejaste una herida
que jamás podrá cicatrizarse,
te olvidaste que yo un día
en mis brazos te estreché con loco amor
y aquí en la sombra de tu rancho
donde me juraste amor eterno
nunca yo podré olvidar
y en silencio he de llevarte, grabada en mi corazón.
Volvé, china a mis pagos
que cuando el sol asoma
es bella la alborada
cargada de arrebol;
y el campo color de oro
nos muestra, china mía,
esta tierra querida
que es todo mi corazón.