Pobre percanta que pasa su vida
entre la farra, milonga y champán,
que lleva enferma su almita perdida
que cayó en garras de un torpe bacán
y que en su pecho tan sólo se anida
el triste goce que causa un gotán.
Su ilusión murió en el cabaret
al compás de un tango compadrón
y al notar perdida ya su fe
quedó su corazón
transido en la emoción
el dolor las fuerzas le restó
comprendiendo al fin su berretín
y una noche que se encurdeló
sus penas entregó a un rubio copetín.
Por eso su alma en silencio solloza
y es una mueca su risa cruel
y cuando besa su boca de rosa
deja en los labios amargo de hiel
y en su carita amarilla, ojerosa,
se ven las huellas de un amor infiel.
Y así fue en la pendiente fatal,
del cabaret al hospital,
y a ninguno encontró que por su mal
tuviera compasión,
pues sin razón la dejaron sufrir
y a su ilusión la dejaron morir.
Y así fue en la pendiente fatal
del cabaret al hospital
donde asilo encontró.
Pobre percanta que está contratada
vendiendo su alma por un copetín,
que de una vida feliz engañada,
lleva en el alma tristeza y esplín,
y que pasando su vida amargada
llora en silencio su pena sin fin.