Como si tuviera el cielo en las manos
cuando por las noches suelo acariciar
la cabeza tierna de mi santa madre
y así me quisiera por siempre quedar
cuando yo la veo silenciosamente
cruzar los rincones del humilde hogar
y ocultar su cara repentinamente
es por una pena que la hace llorar.
Pasamos la vida buscando una dicha,
buscando pasamos mil cosas tal vez.
Es un pedacito de cielo su cara
que está a nuestro alcance y que se nos va,
de qué vale entonces llorarla y nombrarla
si ya hemos perdido la felicidad.
Cada vez que veo pasar a mi lado
los cabellos blancos de alguna mujer
pienso en esos niños, los abandonados,
que no han conocido su madre al nacer.
Venero a la mía de cabellos canos
bendigo su nombre al pie del altar,
cada beso suyo es cielo en las manos
el cielo de un beso que no he de olvidar.