El bandoneón rezonga,
y el violín con triste acento,
llorando la milonga,
le da brío y sentimiento;
las parejas se agitan
en majestuoso vaivén,
mis nervios se me excitan
y bailo el tango también.
No hay niña que al escuchar
un tanguito de salón
resista la tentación
de quererlo acompañar;
y cuando lo hace vibrar,
la murga con expresión,
se percibe un bienestar
y se agita el corazón.