La luna retoza, brumosa y callada
al fondo de un cielo que da al callejón.
La niebla parece formar agitadas
almitas que vagan por Constitución...
El último taxi dejó la parada.
Se fueron las chicas de Salta y Pavón.
Ya nada se siente. La noche cerrada
respira su póstuma luz de crespón.
Y en el negro desierto de asfalto
de esta vasta región sin amor
oigo a un ángel asmático y triste
condenado a estar solo y sin Dios.
Y a los dientes oscuros del hambre
rechinando en la desolación
con su antiguo fantasma errabundo
acechando por cada rincón.
De noche se tensa la cuerda del miedo.
La máscara cae en el frío cordón.
La calle se fuga detrás del silencio
y aúlla el horrible animal del dolor...
Así Buenos Aires se me hace que fuera
la trampa secreta de algún semidiós
mareado de olvidos en una quimera
que huele a humedad, marihuana y alcohol…