(Recitado)
Han pasado varios años
desde el día que la ingrata
al buen hombre adandonó,
y aunque el tiempo borra todo
nunca olvido este lamento
que es el canto del dolor:
¿Por qué lloras?
Me preguntan
los amigos que no saben
de las penas del amor,
pues yo nunca dije a nadie
que por pobre me dejó
alentada por el lujo
de las joyas y los trajes
que soñara su ilusión,
dio a otro hombre su cariño
sepultando en mi destino,
el puñal de la traición.
¡Oro y seda!
Por su brillo se ha apagado
el mejor de los encantos
el amor de la mujer.
¡Oro y seda!
Fantasías del engaño
por su goce sólo queda
un suplicio al desdichado
que a la ingrata dio su fe.
¿Olvidarla?
ya no puedo,
ande alegre o ande triste
llega a mi alma su cantar
que es la trova que me viste
de congojas y pesar.
Ya no es más la muñequita
de esperanzas y venturas
que forjara en mi ideal.
Y sus trenzas y ojos puros
son melena negro de humo
que la venden al pasar.
¡Oro y seda!
Por seguir vuestros reflejos
dando tumbos y festejos
mi adorada se perdió.
¡Oro y seda!
os maldigo y me iré lejos
a llorar todas las penas
que me corren para viejo
de nostalgia y de dolor.