En un mundo de alegrías,
entre el humo y copas de champagne,
hay una almita afligida
que se esconde por llorar.
Atraído por su pena
mi pañuelo lágrimas secó,
mientras dijo: “Estoy enferma,
sufro y lloro por mi amor”.
Volvió su cara hacia mi lado,
acariciando su dolor.
Oí sollozos y cortados,
bajo habló: “Un hombre me engañó”.
Le dije: “Olvide su pasado,
olvide todo lo de ayer.
No llore si él no ha llorado,
ni pensó que sufre una mujer”.
Algo habría en su mirada
que no fue preciso adivinar,
ilusiones apagadas,
odio y ganas de vengar.
Dijo entonces que su vida
de pasión en pena se tornó.
Recordó felices días
a su vieja y su honor.
Pobre, su quebranto mi alma hirió,
que sin fuerzas me sentí,
cuando vi su relicario
y enseñó que el falso estaba allí.
Pobre, con cuanta tristeza vio
que por ella yo sufrí.
El pintar de sus labios,
la sonrisa para mí.